La isla de La Palma desde mediados del siglo XVIII, al igual que sucede en el resto del Archipiélago, se suma a la “fiebre salinera”. Son conocidas las solicitudes hechas por la aristocracia palmera para la construcción de salinas. En 1769 lo hace Jerónimo de Guisla y Nicolás Massieu Salgado en 1771; según el profesor Antonio Macias Hernández estas iniciativas no fructificaron hasta que no finiquitó el Antiguo Régimen, …pues en 1800, no consta que existan tales salinas1. No será hasta principios del siglo XIX cuando se hace realidad el primer ingenio salinero en nuestra Isla, dicho complejo se llevó a cabo en lo que hoy se conoce como las Salinas de Los Cancajos y, más recientemente, en la década de los sesenta del siglo XX, se construyó el último complejo salinero intensivo en Canarias en el municipio de Fuencaliente. Anteriormente a estas fechas no decimos que no hubiera salinas, estas por lo general, serían una serie de cocederos naturales o construidos, suficientes para el abastecimiento de la población palmera. Cuando esto no sucedía o la demanda se incrementaba, la sal se importaba procedente de las Islas orientales en especial de Lanzarote. Pero de esta Isla no sólo se importa sal, sino que a su vez se importa la tecnología y el modelo salinero, el ejemplo lo tenemos en las salinas de Los Cancajos y Fuencaliente. Los tres centros salineros de los que existe referencia histórica se sitúan en la vertiente este de nuestra Isla. Ya en 1876 hay constancia de su producción: en la exposición celebrada en Santa Cruz de La Palma, entre otros productos de nuestros pueblos, Puntallana presenta sal. Dicha recolección se producía en la zona denominada Punta Salinas cercana a Puerto Trigo. Pero es en Breña Baja donde contamos con los vestigios más antiguos de salinas en nuestra isla. En un mismo espacio confluyen diferentes tipologías de salinas, fruto de la evolución en la producción salinera.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario